Pensé en el mismo momento de verla –ni siquiera me imaginé que cruzaríamos dos que tres palabras– que traía ese aire fúnebre, desparpajo total, humor ácido de los personajes de Tim Burton. En realidad, había salido de Nightmare before Christmas; admití que en un universo paralelo ella sería Shock, la princesita que dirige a Barrel y Lock en sus locuras. Habían dos, pero no eran chicos bromistas, más bien eran dos mujercitas del mismo corte que la acompañaban, para variar tenía por nombre Andrea, en este universo; es decir, el de acá.
La vi acercarse a nosotros y me desarmó por la emoción que desató al proponerla como a la mismísima Shock, salida de la peli de Burton; que, también para variar es uno de mis directores favoritos.
Decía que se acercó, y no con las manos vacías; traía consigo una garrafa de canelazos (en plena tarde soleada de San Silvestre), un bolso con varios cartones de vino de durazno y una magnífica sonrisa burlona en su cara. Me enamoré… de su atuendo.
Le pedí que hiciéramos algunas fotos. Nos vimos varias veces. Sin alcohol de por medio, sin bolsos ni cartones, sin disfraces, sin máscaras. Plasmé en una photo shooting session más de lo que quise, más de lo que debía. Me quedé con su último maquillaje y con una docena de fotos; fin último logrado que propuso la frontera de “te llamo la próxima semana”.
La vi acercarse a nosotros y me desarmó por la emoción que desató al proponerla como a la mismísima Shock, salida de la peli de Burton; que, también para variar es uno de mis directores favoritos.
Decía que se acercó, y no con las manos vacías; traía consigo una garrafa de canelazos (en plena tarde soleada de San Silvestre), un bolso con varios cartones de vino de durazno y una magnífica sonrisa burlona en su cara. Me enamoré… de su atuendo.
Le pedí que hiciéramos algunas fotos. Nos vimos varias veces. Sin alcohol de por medio, sin bolsos ni cartones, sin disfraces, sin máscaras. Plasmé en una photo shooting session más de lo que quise, más de lo que debía. Me quedé con su último maquillaje y con una docena de fotos; fin último logrado que propuso la frontera de “te llamo la próxima semana”.