Yo sé que sé algo, un poco, mucho o casi nada de ustedes. ¡Qué más da!
Si tomamos esta propuesta, se debería proseguir sin más ni más. Sin embargo, hay algo que me impulsa a meditar un poquillo sobre esto. Y a lo que quería referir, en verdad, es a una ligera y corta conversación entre una estudiante que mantuvimos una de esas tardes en que no pasa nada; nada de nada.
Me había preguntado acerca de qué personas (mujeres en realidad) me atraen; yo opuse mi consabida respuesta (¿?) a esa especie de inicio de interrogatorio que se veía venir, como las tardes con cielos pardos y brisas que electrizan; es decir, que la atmósfera se carga, de alguna manera.
Luego de hablar de esto y aquello, ella se fue a una clase que casi había abandonado; no sé si por desinterés o por otro motivo. De todos modos, pensé algo; después en el autobús, resonaban las ideas; preguntas y respuestas. Nada venía a mi mente. Al llegar a casa, volví a pensar en aquella pregunta: “¿Y qué mujeres le atraen, profe?”. Sin pecar de pendejo, recordé una musiquita que me había proporcionado Juan Pablo en aquellos Buenos Aires; que más que suavizar cierta melancolía, punzaba directamente en ciertas historias pasadas que debía conocer el “Amiguito”.
Lo reconozco, había escuchado su nombre pero no lograba definirlo más allá de su enfermiza canción que relacionaba a un alcohólico (quién más que él por supuesto) con la Cibeles de Madri, ¡joder! Y me llegó de pronto esa canción que, ahora, envío a ustedes para ver si también les provoca lo que a mí.
Y decía, al inicio de este “Info Acad”, yo sé, sí algo, pero qué. Sé algunas cosas, pertinentes y prohibidas; de esto y de aquello. Sin embargo, no sé qué piensan ustedes de eso a lo que etiquetamos como “amor”. Debería proponerles solamente que escuchen el link (o a su vez la canción, si la tienen) para ver qué sucede en ese espacio de reflexión que son los momentos a la deriva mientras vamos en autobús, esperamos en la fila de algún lugar, vemos los comerciales en el entretiempo de un juego de fútbol, aguardamos la cuenta en un bar; o simplemente, nos enfrentamos a la página (pantalla mejor) con luz tan blanca del ordenador para escribir, algo, algo que sabemos, algo que no sabemos, algo que no podemos decir, algo que no debemos decirlo.
“…Yo no quiero domingos por la tarde.
Yo no quiero columpio en el jardín.
Lo que yo quiero corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres,
porque el amor cuando no muere mata,
porque amores que matan, nunca mueren.”
Si tomamos esta propuesta, se debería proseguir sin más ni más. Sin embargo, hay algo que me impulsa a meditar un poquillo sobre esto. Y a lo que quería referir, en verdad, es a una ligera y corta conversación entre una estudiante que mantuvimos una de esas tardes en que no pasa nada; nada de nada.
Me había preguntado acerca de qué personas (mujeres en realidad) me atraen; yo opuse mi consabida respuesta (¿?) a esa especie de inicio de interrogatorio que se veía venir, como las tardes con cielos pardos y brisas que electrizan; es decir, que la atmósfera se carga, de alguna manera.
Luego de hablar de esto y aquello, ella se fue a una clase que casi había abandonado; no sé si por desinterés o por otro motivo. De todos modos, pensé algo; después en el autobús, resonaban las ideas; preguntas y respuestas. Nada venía a mi mente. Al llegar a casa, volví a pensar en aquella pregunta: “¿Y qué mujeres le atraen, profe?”. Sin pecar de pendejo, recordé una musiquita que me había proporcionado Juan Pablo en aquellos Buenos Aires; que más que suavizar cierta melancolía, punzaba directamente en ciertas historias pasadas que debía conocer el “Amiguito”.
Lo reconozco, había escuchado su nombre pero no lograba definirlo más allá de su enfermiza canción que relacionaba a un alcohólico (quién más que él por supuesto) con la Cibeles de Madri, ¡joder! Y me llegó de pronto esa canción que, ahora, envío a ustedes para ver si también les provoca lo que a mí.
Y decía, al inicio de este “Info Acad”, yo sé, sí algo, pero qué. Sé algunas cosas, pertinentes y prohibidas; de esto y de aquello. Sin embargo, no sé qué piensan ustedes de eso a lo que etiquetamos como “amor”. Debería proponerles solamente que escuchen el link (o a su vez la canción, si la tienen) para ver qué sucede en ese espacio de reflexión que son los momentos a la deriva mientras vamos en autobús, esperamos en la fila de algún lugar, vemos los comerciales en el entretiempo de un juego de fútbol, aguardamos la cuenta en un bar; o simplemente, nos enfrentamos a la página (pantalla mejor) con luz tan blanca del ordenador para escribir, algo, algo que sabemos, algo que no sabemos, algo que no podemos decir, algo que no debemos decirlo.
“…Yo no quiero domingos por la tarde.
Yo no quiero columpio en el jardín.
Lo que yo quiero corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres,
porque el amor cuando no muere mata,
porque amores que matan, nunca mueren.”