La suya era una pena profunda, más auténtica porque se tiene la costumbre de exagerarla. No se atreve a comprender, a admitirla. Es un poco humillante, pero aun así, es pena sin duda; no es orgullo... solamente la pena de verdad del corazón y no queda más remedio que reconocer que todo eso no existe en el interior; que para el placer de sentir pena, estoy seco.
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