21/9/11

INFORME A LA ACADEMIA XXX


Yo lo vi. Estaba ahí con sus maderas y cartones. Nada más.
¿Qué pedía? Un par de monedas, ya no de plata, ya no sobre cada ojo. Más bien, proponía un mísero transfer de los que, húmedos, tiritando, apresurados, impacientes y molestos, deseaban tomar el famoso Transmilenium que los llevara más allá de la parada “Jiménez” (perdón si me equivoco) para ir hacia donde sus deseos, apremios, obligaciones, y demás, querían ir o arribar.
Unos pesos y nada más. Hagamos una conversión de dólares a pesos colombianos: ¿cuánto cuesta el boleto para viajar en el ya nombrado transporte público bogotano? Y bueh… Un par de centavos de dólar, qué se yo. Acá son 25 centavos por cada viaje apretujado, robado, tocado, molestado e iracundo, quién no, para ir de norte a sur o viceversa.
La pregunta es, y define la situación: ¿para él, qué significa esos pocos centavos o pesos qué podrían ayudarlo en sus básicas necesidades? Para mí, ya desde una posición totalmente personal y pulsional, qué son unos pesos o monedas por el “servicio”?
Me he encharcado más infamemente con personas que cruzando una calle que permite mojarse hasta el tobillo sin rechistar o esperar al señor de los señores para que te ayuden a cruzar.
¡Me vale! El tipo tiene su oficio, yo quiero pasar cada noche y hasta ahora no lo he encontrado una vez más.

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