16/9/08

IV

Algunos de vosotros sabéis que he hecho un viajecillo con licencia y permiso del jefe a Hamburgo; bueno, hasta aquí nada de raro; lo interesante fue qué pasó durante el viaje porque es preciso contar que el viaje no fue tan de vacaciones sino más bien el interés primario fue llevar un coche, bastante caro por cierto (Mercedes Benz SKL, deportivo que daba hasta 240 km por hora), y que su dueño no tenía ganas de manejarlo ni de emputarse en la autopista que lleva de Ulm hasta Hamburgo durante 7 horas (tiempo oficial a 130 km por hora) además que tiene como pagarse el servicio extra que hice y que para él, los 150 euros que me pagó, eran una bicoca. Bueno, yendo al tema literario, a no más de 70 kilómetros de Hamburgo y en una recta bastante pronunciada de la autopista y con el auto a 200 km/h, más o menos, tuve que pegar una frenadilla un poco brusca; Dios bendiga el sistema ABS de frenos de esas máquinas, y finalmente detenerme ante el último coche. Claro que no sería el último porque algo había sucedido; quién sabe a cuántos kilómetros de distancia antes de mí: un accidente, un tramo en construcción, un control policial, qué sé yo; en verdad nunca lo supe ni lo sabré por qué tuve que detenerme (he ahí lo cortaciano)...
[...] el aburrimiento me envuelve, no tanto claro como la manta que envuelve a la chica del CITRÖEN [...]; el hermano menor de mi SKL que tenía delante se ha bajado por primera vez desde la retención y deambula de aquí para allá con un cigarrito, lo cual me contagia y salgo yo también para echar uno. Delante del pequeño MERCEDES se mueven inquietamente los respectivos amos de un AUDI gris y de un BMW negro que conversan entre sí y echan miradas furtivas hacia delante, hacia atrás y a los costados. Un poco más allá, algunos amos de un GOLF ya viejito, por lo gastado de la pintura, conversan con el TOYOTA AVENSIS. Por el modelo grande y confortable se sabe que es padre de familia de regreso al hogar, y a poco se les ha unido un destartalado POLO y la vieja CITRÖEN que acompaña a la chica mencionada anteriormente. Más cerca de mí pero en la otra fila está una Van FORD con 3 merecidos y esforzados trabajadores que instalan cable de TV y que se turnan para hacer una ronda pequeña, echar un cigarrillo o ir al bosque, ya se sabe para qué... [...] Tras el FORD está un BERLINGO, bastante humilde por el tamaño y por el contenido: dos maduros alemanes con dos niños, no eran pedófilos, eran sus nietos de ley pero creo que ya estaban hasta las orejas de tanto bla bla bla... [...] El pedazo de más orgullo le seguía detrás: nada menos que un MERCEDES L 500 plateado con placa diplomática que merodeaba cerca del portento automovilístico con el moco bien alto y con ojo escogedor al momento de dirigirle al bienaventurado unas palabras desde su altura divina. Y para cerrar el círculo, el enorme IVECO de alguna compañía turística holandesa que contenía a casi 15 ó más holandeses... [...] Y el fuerte MACK danés que transportaba, créanlo o no, cerveza!!! Todo un container de bielas hasta el tope pero que serían intocadas...

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