16/9/08

XVII

Algunos fueron extremadamente estúpidos (como el de Pepsi y el tipo que se retira a las montañas de Alaska para encontrar el lugar perfecto donde disfrutar de su bebida; resultado: luego de “trastornarse” la soda, la lata se le queda pegada al labio —ver ejemplos de eso en algún capítulo de The Simpsons o rewind la cinta de la niñez—; alguna vez nos pasó eso, pero nosotros no tuvimos que ir al doctor por aquella nimiedad. En cambio, yo recuerdo que tuve que ir al hojalatero, alcohólico y solterón, que rentaba un local en la gran casa de mi abuela que estaba frente al Colegio Mejía, cuando me metí a fuerza una rodela en el dedo creyendo haber encontrado un anillo (por suerte en ese tiempo no había ni Señor de los Anillos ni Gandalf, ni los delfos, ni nada). Cuando empecé a despellejarme y el ardor del lava-vajillas fue insoportable, le dije a mi Abue lo qué pasaba y fuimos al taller. No recuerdo muy bien sus rasgos pero el tufillo lo tengo presente cada vez que tengo la oportunidad de estar junto a alguien como él… al hojalatero me refiero.

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